martes, diciembre 01, 2015

Dos inicios para dos mundos: García Márquez y Proust.




García Márquez en   el primer  párrafo de “Cien años de Soledad” nos presenta tanto el final, como el principio de su novela y señala cuál va a ser la dispositio. El protagonista está ante un pelotón de fusilamiento y sus últimos recuerdos le retrotraen a un Macondo mítico , fuera del tiempo y del espacio . Un lugar que acaba de nacer como el relato   “reciente” incipiente, balbuceante. El adjetivo “remota” que acompaña a tarde nos indica que ha transcurrido tiempo y que la novela nos va a llevar por ese tiempo que es como el rio que se precipita por piedras como “huevos prehistóricos”. El autor nos  indica cuál va  a ser el tempo narrativo que va desde el origen “al principio era  el verbo” y al principio estaba Macondo donde no había llegado el lenguaje y luego empieza la historia para poblarlo de palabras.  García Márquez en su papel de narrador elige un lugar que no existe, hasta que el novelista, lo señala con su dedo, mágicamente. Macondo existe gracias al verbo, a la historia, cuando aparecen los gitanos y van nombrando las cosas y el espacio y el tiempo se van contaminando de historia, de temporalidad y de humanidad. En este incipit tan poderoso conocemos cuáles son las intenciones del autor : crear un mundo desde la nada para irlo configurando como narrador  omnisciente, un deus ex machina a imagen y semejanza de su imaginación y de su capricho con el poder que le otorga la palabra.
De una novela épica pasamos al mundo interior de Proust, donde el yo y no la historia es el protagonista. En realidad no pasa nada. El autor se acuesta pronto; un hecho tan banal se reviste de gran complejidad al intervenir poderosamente  el mundo interior del personaje. El texto anterior señala el inicio y el final de la historia, sin embargo, aquí nos movemos  en un tiempo subjetivo que en el tiempo real objetivo equivale a una noche, una noche cualquiera. El autor se transporta en ese tiempo con el poder vívido de la literatura, ,  el autor  cree habitar en el tiempo de sus lecturas como el Quijote, para pasar  a la duermevela. tantas veces evocada por Machado, en la que se van borrando las fronteras entre la realidad y el sueño. Se alude a un viaje interior, una  métempsycose”, un viaje migratorio del espíritu que vive dos vidas, una primera imaginaria impulsada por sus lecturas y una  segunda real . El tiempo real dura lo que dura la luz de la vela, la transición de la luz de la vela a la oscuridad cuando ésa se extingue. Pero en ese tiempo el personaje ha vivido dos vidas y ha pasado de la luz a la oscuridad, de la vida al sueño cómo “une chose vraiment obscure” que quizás evoque a la muerte.


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