jueves, junio 13, 2013

Fingidores



¿El poeta es un fingidor?

Vamos a hablar un poco de poesía esa gran dama hoy vestida de harapos a la que a veces se la  ha querido equiparar incluso desde las Universidades a los eslóganes publicitarios ya que según sesudos profesores de asignaturas de dudoso contenido señalan que utiliza las mismas artes, los mismo artificios.
Y de eso vamos a tratar de hablar hoy modestamente ,para sembrar en el lector esa duda que le lleve a la lectura de ese viejo libro de Antonio Machado  que dormita sobre un estante. Decía Pessoa:

O Poeta é um fingidor
Finge tao completamente
que chega a fingir que é dor
a dor que deveras sente
Cuando somos poetas noveles , adolescentes enamorados que escribimos versos apasionados ante el primer desengaño amoroso escribimos muy malos versos, los versos que surgen espontáneamente sino pasan por un proceso interno de elaboración y unas cuántas lecturas previas suelen salir demasiado tiernos, demasiado obvios. Y de ahí los versos de Pessoa, el dolor real para llegar a ser  materia poética tiene que ser fingido reflejado en el lenguaje poético para convertirse en poesía con mayúsculas. Como en el resto de los géneros literarios en la poesía debe mediar una distancia entre el narrador poemático (terminología de Carlos Bousoño) y el personaje real. La poesía y la vida transitan por mundos distintos y aunque la una sea reflejo de la otra siempre debe mediar una distancia como dos líneas paralelas que transcurren en el mismo sentido pero que nunca llegan a encontrarse.
Entonces cabe preguntarse los poetas contra todos los tópicos fingen sus amores, sus desdichas, sus temores, sus hipocondrías tan magistralmente representados en los mejores poemas. ¿Por qué entonces nosotros tristes mortales sin inspiración pero con sensibilidad nos sentimos reflejados en sus versos? ¿Es más por qué nosotros desdichados soñadores comulgamos con sus palabras, sentimos latir el ritmo de nuestros corazones al ritmo de los suyos?  El elemento irracional, la emoción que transmiten las palabras de todos los días convertidas en materia poética son un misterio,  un milagro, un don del que nosotros podemos disfrutar tan sólo abriendo las páginas de ese viejo libro de poesía olvidado y polvoriento.