miércoles, septiembre 26, 2007

Maravillas


Subiendo por la calle, camino del trabajo, me encomiendo todas las mañanas al pasar por delante del Monasterio de Ntra Sra de las Maravillas porque maravilla me parece seguir todavía viva y de esta guisa haber conocido un caballero andante en mi madurez y tener algo de ilusión y brillo en los ojos después de tanto naufragio. Maravilla me parece estar sobreviviendo a mis muertos y maravilla me parece haber criado dos niñas preciosas como por arte de birlibirloque. Y sentirme viva aunque en muchas ocasiones aburrida o cansada y en esas es cuando recurro a los desvaríos a los sinsentidos y trato de no ver el dedo gordo que emerge de la chancla de mi compañera ni escuchar el ruido de su enorme transistor. Y me consuela pensar que cerca de aquí existe un lugar de silencio y oración en el que algunas mujeres santas huyen del tráfago del mundo y rezan por nosotros pobres ilusos en las manos de la vanidad y las dificultades diarias que ni tiempo tenemos de encontrarnos un poco con nuestros fantasmas y conversar con ellos o de poner un puchero lento al fuego que se haga despacito, sin tener que salir corriendo en esos transportes que se dice por aquí que vuelan abandonando nuestro propio ser en algún rincón de nuestras casa o dejando que nuestra alma se haga tan pequeñita que un día ni siquiera exista y se convierta en soplo, en aire en nada. De dejar que sea el tiempo el que nos abrume con su paso y no ser nosotros los que apresurados nos dejamos atrapar por sus exigencias.