miércoles, enero 11, 2006


El AZAR O LA NECESIDAD

Qué la vida iba en serio
Uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante
( Jaime Gil de Biedma
)


Últimamente se me aparecen todos los fantasmas del pasado entre sueños y veras me los voy encontrando casualmente o acaso necesariamente. Y me pasa un poco como le pasaba a la pobre hormiga de la fábula que se siente un tanto apabullada; será por todo lo que canté, lloré y amé en mi juventud que no calculé en almacenar para el invierno porque pensé que ese invierno nunca llegaría y sobre todo que creí que de llegar no iba a ser pongamos por caso en Groenlandia sino en alguna isla mediterránea junto al mar, mi mar. Por eso estoy ya desarrollando una actitud frente a los encontronazos que no se si es de cigarra pero si que ya no es desde luego de hormiga saltarina: primero esquivo al adulto conformado con su suerte que suele ir asido a un teléfono móvil, agenda electrónica, cartera o bolsa de gimnasio y cuando ya la huida resulta una misión imposible sonrío y espero la mirada condescendiente y perdonavidas y respondo a las preguntas con verdades como puños. Verdades que no son las mentiras que solemos contarnos los adultos en el primer encontronazo tras varios años de no vernos si no las que diría una niña asustada a la que la vida ha decepcionado precozmente. Verdades como las que mis hijas me sueltan de vez de en cuando rotundas, cuadradas y pesadas como granito cuando me dicen:- ¿mami, por qué papá no se acordó otra vez de mi cumpleaños?- Y a las que yo he aprendido a responder con otras verdades como las que cuentan los cuentos: que a Caperucita se la comió el lobo y nadie fue luego a sacarla de su tripa ni la rellenó de piedras ni nada y por eso es preciso armarse de garrote cuando se va a casa de la abuelita y desde luego cruzar bosque a través, nunca ir por la veredita que recomienda la mamá.

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