No sé si la distancia que me separa del otro sexo es equiparable con la que los antiguos intuían que se llegaba al finis mundi o con la que hoy esa serie de pijos desencantados de la vida intuyen que les alejara un carísimo viaje a Marte; el caso es que es una gran distancia : somos distintos y mucho.
Darwin, en su teoría evolutiva esbozó la idea del
eslabón perdido una transición entre el primate, chimpancé propiamente dicho y el homo sapiens que según los
dibujitos de nuestros ya olvidados libros de historia natural se diferencian
del mono solamente en que andan erguidos y en que algunos cuelgan de su cuello
un pedazo de tela alargado que llamamos corbata y llevan en la mano un maletín
con papeles y unas cuantas revistas pornográficas. Nunca queridas lectoras
aparece en ese estudio evolutivo de la raza humana la hembra , porque las
mujeres ya venimos andando derechitas desde bien pequeñas, y a la que nos
descuidamos no nos cuelgan del brazo
maletines sino churumbeles berreantes y mocosos a los que tenemos que alimentar
también a base de pasearnos con maletines pero subidas a unos interminables
tacones de aguja que alejan cualquier sospecha de que procedamos de la mona
chita. Las mujeres y los neoprimates no tienen más remedio que entenderse entre
otras cosas porque ellos tienen la fuerza física y le encanta jugar a fabricar
armas de destrucción masiva y cosas por el estilo que les mantienen entretenidos cuanto termina la Liga de fútbol
o se les acaba la cerveza.
No se quién inventó a Cupido porque para nuestra
desgracia las mujeres vemos en esos neoprimates algo irresistible, algún halo
de misterio y decidimos meter un espécimen de esa naturaleza en nuestras vidas
y ahí empiezan todas nuestras desgracias. Ellos no ven más allá de sus narices
porque su cerebro animal y no evolucionado se lo impide y al no expresar
sentimientos o mostrar afecto o cariño las mujeres nos tenemos que inventar un
personaje que sencillamente no existe. No querida, ese neoprimate que vive
contigo no tiene la mirada interesante, ni el corazón apasionado, ni te regala
bombones porque quiere pedirte perdón.
Todas esas atribuciones alegóricas son meras imaginaciones tuyas el neo
primate está cansado, está despierto ,
hambriento , erectus o flacidus sin
matices de melancolía, euforia, insatisfacción , spleen vital o sentimientos
secundarios que puedan empatizar con los tuyos. Por eso las mujeres gastamos
tantos kleenex en nuestras relaciones amorosas porque creemos que esos delicados
sentimientos tengan eco en nuestra pareja pero eso no puede ser porque ese
eslabón perdido carece de algún trocito de corazón o de lóbulo cerebral que
genere esa complejidad en los sentimientos así de sencillo y si el neoprimate
pertenece a la subclase hispanicus futbolensis ya ni te cuento.
De todas formas como por alguna razón de esas que
Descartes decía que venían del corazón y que la razón desconoce, nosotras no
podemos vivir sin tener un neoprimate a quien achuchar de vez en cuando. Valga
esta pequeña lección de biología para consolarnos en los momentos en que nos
sentimos decepcionadas. No desesperéis ni cambiéis de neoprimate que cómo ya os
decía vuestra madre todos son iguales y no tienen remedio. Así que
dejarle con su cervecita su futbol sus manías y cuando tengáis melancolía leer
un buen libro de poesía o escuchar a Bach o salir y compraros un bolso muy caro.
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