La cofradía de los tísicos
Me gusta ver por todas partes pruebas innegables de la teoría de la conspiración llámese paranoia y es que sin duda encuentras a menudo que las fuerzas del mal se han aliado contra ti y quieren aniquilarte y si no súbanse una mañana en un autobús de la EMT y observen como estratégicamente el conductor pega unos frenazos monumentales cada vez que alguien ( a ser posible mayor, cojo o similar) se levanta para bajarse en su parada.
Pero dejando los problemas del transporte público a un lado me gustaría hablar de lo que podría llamarse la cofradía de los tísicos: alguna mano negra despiadada amante del Heavy , el Reggaetón o la música House ha reclutado por Madrid a personas con problemas respiratorios, personas profesionales para toser en momentos determinados, profesionales en la compra y desenvoltura de caramelos envueltos en celofán especialmente ruidoso y siempre como en todo espectáculo una superestrella , cofrade mayor, a la que se le dispara el móvil cuando el violín se dispone a ejecutar un pizzicato especialmente delicado o comienza el andantino de la sublime séptima sinfonía de Beethoven. Estas personas sin duda lideradas por algún integrante del lado oscuro se las arreglan para acudir a los conciertos y boicotear la audición y el disfrute de los tímidos espectadores que no nos atrevemos,por respeto y reverencia a la gran música a removernos en nuestros asientos. No podemos hacer nada, si osamos mirarles suplicantes para que desistan en sus carrasperas, ingestión de caramelos, destape de botellas de agua … o cualquier otra jugarreta te miran desafiantes y tosen con más fuerza si cabe. Por eso a los demás sólo nos queda callar o ignorarlos ; rezar para que en el reino de los cielos cuando por fin descansemos en paz no nos disturben los coros angélicos, las cantatas de Bach, los oratorios de Haendel o Vivaldi allí seguramente no llegarán sus toses perfectamente orquestadas y programadas. Hasta entonces seguiremos viendo como sin ir más lejos Barenboin antes de iniciar su magistral ejecución de la cuarta de Bruckner se volvió al respetable y sugirió el uso de pañuelos.
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