El General es bajito un tanto decimonónico parece salido de un casino de pueblo o a veces si se le mira de perfil pudiera ser un chanchito dispuesto para el sacrificio. Habla con voz meliflua tanto que a apenas sí se le oye, una tiene que esforzarse un poco para tratar de entender a su Excelencia:
- Disculpe, si confundo el culo con las témporas su Majestad pero ando un poco teniente de este oído -murmuro
-Volvamos a empezar- dice aparentando una benevolencia inexistente.
A medida que se va enojando va enrojeciendo paulatinamente una creería que va estallar de tantos resoplidos y todavía es peor el resultado: tanto fuelle apenas deja entrever algún sonido que otro
- ¿Ha dicho Usted Swazilandia Excelencia?- pregunto con un valor propio de un kamikaze.
- Me refiero a Myanmar señorita los intereses de este país están en juego; Rangún ha interrumpido el envío de melocotones gigantes; haga usted el favor de poner un poco más de atención en su trabajo- responde un poco airado
El diálogo de sordos tiene visos de prolongarse hasta el infinito sino fuera porque suena el teléfono con una melodía un tanto evidente y fácil, suena en “politono” estridente: La Primavera de Vivaldi. Es una llamada personal; me marcho tras hacer una pequeña inclinación de cabeza y sin dar la espalda ni demasiado pronto ni demasiado tarde.
De vuelta a su mesa cuando una ya cree que se ha librado de su presencia suena el teléfono el uso del imperativo verbal parece cautivar a su Excelencia y no me incomoda, al revés un cierto cosquilleo morboso recorre mi cuerpo. Me dejo llevar despacio hasta la puerta y ahí comienza el complicado ritual de la entrada en su despacho: llamo suavemente y no contesta, sin saber qué hacer espero unos minutos hasta repetir la llamada y sin esperar abro la puerta
-¿me llamaba Excelencia?
- no me moleste estoy pensando- contesta iracundo.
Su Excelencia está pensando sin duda será algún pensamiento de importancia universal una de esas máximas que pasan a la historia y todo el mundo repite sin saber que está diciendo –ITE MISSA EST- o algo parecido. Quizás a su Excelencia le entre un sopor irremediable; encuentre de pronto que el tedio de la tarde sólo puede superarse con una larga siesta que se ve interrumpida cuando un escarabajo sin nombre trata de inmiscuirse en sus pensamientos. Vuelvo a retirarme a mi mesa y muerdo nerviosa el bolígrafo cuando vuelve a sonar el teléfono está vez el tiempo verbal es ya imperativo conminativo, amenaza de muerte súbita
– venga inmediatamente- espeta.
-Si Excelencia estaba Usted pensando.
-no me hable cuando no le pregunto
-Si Excelencia-
Se repite el ritual y recorro despacio los apenas dos metros que separan mi despacho del suyo, llamo y está vez con un gesto mayestático el General me concede su audiencia.
–Pili- me dice- Usted cree que me sientan bien estas gafas o debería cambiarlas por otras de montura más ligera; lo he estado pensando-.
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