Hace poco hablaba de pasada de Nietzsche que no es santo de mi devoción como son el mudejarillo, Teresa de Ávila o el profeta San Juan pero que es un suicida como lo fue también uno de mis pintores favoritos: Mark Rothko, que tiene una capilla en Texas a la que algún día peregrinaré devotamente. A Rothko, que andaba dormido en mi memoria me lo trajo un músico contemporáneo norteamericano: Morton Feldman. Músico al que escucho mucho últimamente y con el que aburro a propios y extraños ya que hace una música muy minimalista sin drama ni argumento que aspira a ser una suerte de música informalista. Morton como Rothko aspiraba a crear arte que se constituyera como verdad en sí mismo. No es preciso que la pintura tenga un argumento, un paisaje, una figura sino que puede ser color y un solo color como son los cuadros de este artista rojos intensos; cuadros que nos atraen a un mundo puro sin formas, sin argumentos ajenos a la realidad, a la historia, al tiempo sólo esencia. Sólo tratando de descifrar aquello indescifrable que ninguna palabra puede nombrar acaso Dios, Yahvé acaso nada, ni, nunca, no, no, no... acaso solo algunas vocales extraviadas, descatalagodas y perdidas como quejidos y lamentos aaaaaaaaaaaeeeeeoooooo que expresan el balbuceo de un niño o los primeros susurros en la mañana cuando todavía no somos capaces de construirnos de articular las palabras que como los relojes, los trajes y los zapatos nos aprisionan sin misericordia.
Y cómo las búsquedas y los itinerarios para llegar a nuestras Ítacas individuales a Feldman me lo trajo uno de los autores españoles contemporáneos que más gratamente me ha sorprendido Andrés Ibáñez en uno de sus artículos en el ABC de las letras. Y hete aquí que como siempre que realizo hallazgos, descubrimientos encuentro pequeños tesoros trazo itinerarios y coso mi particular colcha de retales, de patchwork donde cabe todo y donde todos los caminos llevan a Roma o a Constantinopla o al salvajemente destruido Bagdad escenario de las Mil y una Noches.
Lugares que nos sirven de locus amoenus en este mundo abrumado por la zafiedad y la sinrazón, pequeños islotes donde perderse en notas monocordes, arrítmicas parecidas al sonido mismo de nuestro cuerpo al respirar o al agua que en los cangilones de la noria cantaba el maestro Antonio Machado. Recuperar ese primer sonido, ese verbo que inició al principio la creación como reza el Evangelio de San Juan y tratar de volver al mundo del que venimos. Conocer quiénes somos, de dónde hemos sido arrojados, enajenados, aprisionados en la dichosa circunstancia y por un instante SER.
(Por cierto fui a un gran almacén a buscar un disco de este autor y por supuesto me preguntaron si era alguno de la nueva edición de Operación Triunfo)
Y cómo las búsquedas y los itinerarios para llegar a nuestras Ítacas individuales a Feldman me lo trajo uno de los autores españoles contemporáneos que más gratamente me ha sorprendido Andrés Ibáñez en uno de sus artículos en el ABC de las letras. Y hete aquí que como siempre que realizo hallazgos, descubrimientos encuentro pequeños tesoros trazo itinerarios y coso mi particular colcha de retales, de patchwork donde cabe todo y donde todos los caminos llevan a Roma o a Constantinopla o al salvajemente destruido Bagdad escenario de las Mil y una Noches.
Lugares que nos sirven de locus amoenus en este mundo abrumado por la zafiedad y la sinrazón, pequeños islotes donde perderse en notas monocordes, arrítmicas parecidas al sonido mismo de nuestro cuerpo al respirar o al agua que en los cangilones de la noria cantaba el maestro Antonio Machado. Recuperar ese primer sonido, ese verbo que inició al principio la creación como reza el Evangelio de San Juan y tratar de volver al mundo del que venimos. Conocer quiénes somos, de dónde hemos sido arrojados, enajenados, aprisionados en la dichosa circunstancia y por un instante SER.
(Por cierto fui a un gran almacén a buscar un disco de este autor y por supuesto me preguntaron si era alguno de la nueva edición de Operación Triunfo)
1 comentario:
No he oido a Morton Feldman...Lo tendré presente y preguntaré a mis amigos melómanos. Es seguro que, si
voy a una tienda de discos, me dirán una barbaridad semejante a la que te han preguntado a ti.
Buen tejido de palabras, de experiencias y búsquedas con la que (como casi siempre) coincido de lleno.
Oyendo la música del agua (que mágicamente rescata Jorge de Oro): arroyos, pajaros del Lago Puelo, lluvia en el sur del sur que me conecta con mi SER, (de común)disperso, agobiado por las demandas
de la "vida moderna", bombardeado de ruidos,luces,colores,prisas,
dolores antiguos y ausencias tan
presentes, intento recuperar mis paisajes interiores, rescatar la alegría, el misterio de la vida que transita por los caminos de mi alma.
Un abrazo.
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