Qué mal huelen los cuerpos que duermen solos y se enroscan entre sabanas blancas indefensos
Los fantasmas de otras horas les visitan y pasan lista a sus pasiones una a una
miran el reloj que se detiene cómplice de sus desdichas
(todavía las 3 de la mañana y sin dormir)
entre las brumas se adivina mirándoles el pasado que no vuelve
desconectan teléfonos y blancos sobres de misivas de amor de antaño
al llegar la madrugada en el frescor del alba se reconocen
y vuelve la cordura
cuando al ponerse el traje y el reloj se olvidan de ese huracán furioso que fue su noche en vela golpeando salvaje su corazón herido
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